Ayer fue uno de esos (pocos) días en los que, por motivos varios, no consulté mi Inbox hasta prácticamente antes de irme a la cama. Al hacerlo, me encontré con 10 nuevos mensajes, 8 de los cuales eran publicidad y promociones varias (de empresas en las que he comprado o cuyas novedades pueden interesarme) y a las que previamente di mi consentimiento para recibir este tipo de notificaciones. Hasta aquí, todo normal, excesivo, pero pasable. Lo que ya no es tan lógico es que de esos 8 nuevos emails, 6 de ellos procedían de dos mismas empresas, que se dedicaron a enviarme un mail por la mañana, uno por la tarde, y otro por la noche. ¿Interesante verdad? Me pregunté si realmente pretenden que abra cada uno de esos emails y me los lea de arriba abajo, o si, por el contrario, se contentan con que lea el asunto del mensaje y los elimine. No tengo ni idea, pero la verdad es que me hizo pensar. No hace falta ser ni un visionario ni llevar 20 años metido en el mundo de internet para darse cuenta que muchas empresas están abusando de una de las herramientas que, utilizada adecuadamente, puede convertirse en una de las fuentes de supervivencia más importantes para algunas compañías de e-comerce. Un recurso, relativamente económico, que, pese a contar con tasas de apertura relativamente escasas, pueden convertirse en una fuente de tráfico de altísima calidad para las empresas.
Deberíamos ser conscientes que el envío masivo de newsletter produce una situación de fatiga en el usuario, y ello puede repercutir directamente en los resultados de la empresa. Ya no es novedad, ver como al darnos de alta en algún sitio web, buscamos desesperadamente la casilla de notificaciones email para asegurarnos que no está marcada (incluso si el producto nos interesa), con el único objetivo de evitar ser bombardeados desde el minuto 0 con publicidad y promociones que no nos interesan (en el 90% de los casos) y que lo único que provocan es que malgastemos varios segundos al día enviándolos a la papelera de borrados. Y lo peor, el colmo de los colmos, es que algunas de estas empresas (y no precisamente pocas) ni si quiera tienen el valor de segmentar su público, dedicándose a ametrallar a TODA su base de datos con todo lo que se les ponga por delante. Y eso, señores, no debería ser así.
En lo que a email marketing se refiere, sigue habiendo la mentalidad que cuanto más envíe más visitas y más conversiones obtendré. Pues bien, el efecto es totalmente opuesto. Las estadísticas demuestran que cuantos más envíos más gente se da de baja o los etiquetan como spam, algo que, aplicando un mínimo de sentido común, no debería extrañarnos. Las empresas deberían dejar de mecanizar estos procesos y centrar sus esfuerzos en escuchar qué es lo que sus suscriptores están buscando, qué necesitan y sobretodo, cada cuando lo necesitan.
Las encuestas señalan que la frecuencia óptima del e-mailing oscila entre 7 y 15 días, dependiendo del objeto de la actividad (pongo la mano en el fuego, por experiencia propia, que más de un 75% de las empresas no respetan esos márgenes). Todos ellos, deberían saber que esta obsesión está provocando que muchos usuarios recurran a filtros anti-spam, o que, directamente, utilicen una de sus direcciones de correo electrónico (Hotmail en su mayoría) para acumular toda esa metralla publicitaria.
Todo eso, resta injustamente efectividad a aquellas empresas que recurren al email marketing con ética y transparencia y que dedican tiempo y esfuerzos en conocer que es lo que sus clientes esperan de ello.